Conocidas las listas de nominados para los premios Oscar y los nefastos Razzie de este año, es decir lo mejor y lo peor de la producción norteamericana, según la misma industria que las realiza, uno trata de elegir sus posibles ganadores fijándose en las que ha podido ver. Cotejando las listas con los estrenos de la cartelera durante el año que pasó , uno se lleva más de una amarga sorpresa.
Daniel Day Lewis y There Will Be Blood esperan (sentados) su turno en las salas
De las nominadas al Oscar, hasta ahora sólo se han podido ver en pantalla grande unos cuantos títulos, digamos un 10% de las cintas, las que además están postulando a categorías técnicas (Transformers, Bourne Ultimatum, Pirates of the Caribbean: At World’s End) o han sido cintas de gran convocatoria como Ratatouille o The Golden Compass. Las nominadas a las categorías más relevantes (dirección, actuación, filme del año) no han asomado en las marquesinas de las salas nacionales, nada podemos decir de Juno, Michael Clayton, No Country for Old Men, There Will Be Blood o Atonement. Queda demás hablar de la categoría de películas extranjeras. En lo que respecta al Oscar no podríamos soltar nombres si no hemos tenido la posibilidad de ver el 90% de los nombres en competencia.
Chuck y Larry sonríen para su público
Pero, cotejando la lista de los Razzie se presenta un panorama diametralmente diferente. Casi todas las cintas han desfilado por las pantallas peruanas durante el año. Ahí estuvieron Bratz, Los declaro marido y Larry o Norbit, también The Number 23, Next, Evan Almighty y Hostel: part II. Quedan aún sin aparecer en las salas, cintas como I Know Who Killed Me o Captivity. Es decir, en este caso, los números se invierten a un 85% de cintas estrenadas y un 15% aún sin apreciarse en cartelera.
Con estas cifras, queda preguntarnos ¿qué clase de cartelera tenemos? Una donde abundan las producciones toscas y groseras, delineadas a trazos gruesos, con guiones complacientes y estrellas estrelladas; de blockbusters y películas que a punta de marketing se convierten en eventos de temporada y vehículos de merchandising; una donde lo mejor de la producción norteamericana -ya no hablemos de la mundial- brilla por su ausencia, y que se concentra en unas semanas (o unos meses) alrededor de los premios Oscar para saciar la curiosidad y cumplir con la expectativa de ese show. Una cartelera donde se programan los estrenos en función del taquillazo y no del interés cinematográfico. ¿No es esa una cartelera que favorece al mercado pirata? Ese mercado ilegal, paralelo, maldito, donde se pueden conseguir esas cintas nominadas que no podemos encontrar en las pantallas grandes, para poder especular sobre los premios. Mercado que después esa misma industria que retrasa (o discrimina) estrenos, condena sin brindar mejores opciones.
¿Podremos cambiar la situación de esta cartelera como espectadores? Quizá sí, en la medida que las distribuidoras despierten de ese autismo mercantil en el que han caído, y atiendan la demanda de títulos que termina satisfecha en los DVDs que se ofrecen en espacios más democratizadores. Por mientras, seguiremos con nuestra cartelera de frambuesas, o lo que es lo mismo, de las peores cintas made in USA.
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